domingo, 6 de octubre de 2013

Metamorfosis

      Gregorio se levantó y sintió la obligación de agacharse y andar a cuatro patas; sólo que él tenía seis. Debía bajar a la cocina a desayunar, pero si su madre lo viera de esa forma, no sólo lo intentaría aplastar, sino que llamaría al siniestro exterminador de bichos. Cuando su madre se fue a comprar, bajó y comió los restos del desayuno que ella había dejado. Decidió también buscar un escondite para vivir, aunque fuera un rinconcillo. Encontró uno bajo la encimera, pero en él vivían una familia de cucarachas que no les gustó nada la interrupción de un intruso:
      - Es asqueroso lo que puedes encontrar en la cocina - pensó sin percatarse de que él era una de ellas. Pronto encontró una casa de su tamaño en una grieta de una loseta.
   
      Ser cucaracha no era nada agradable, pero poco a poco, Gregorio se fue acostumbrando. Su madre había asumido que su hijo, por fin había encontrado algo que hacer que no fuera quedarse tumbado todo el día en su cama, y no se equivocaba del todo, puesto que ahora formaba parte del clan de los bichos, y los bichos nunca están quietos. Su vida era siempre igual y no era del todo divertida, pero siempre encontraba algo que hacer, ya fuera robar comida, o a veces incluso, se iba a las cocinas de los vecinos para escucharlos gritar.

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